Sí, hemos estado visitando guarderías. Con el niño aún sin nacer.
Sí, aparentemente es como se hace. Que sea o no una gilipollez no es el tema, caballero.
A continuación mi resumen ejecutivo.
Cuando vimos la primera guardería nos pareció más o menos así:
Cuando vimos la segunda:
Lo habéis adivinado, la segunda sí parecía un sitio donde podríamos dejar a nuestro hijo sin estar llorando (nosotros) las 24 horas.
Total que ya tenemos guardería. Niño no. Pero guardería sí. El progreso es una barbaridad.
¿Y qué nos ha decidido? No sé a vosotros, a nosotros nos importaba:
- Que estuviera cerca de casa.
- Que admitiera cheque guardería.
- Que tuviese patio al aire libre. Si vivimos en Madrid (España) y no en Hamburgo (Alemania), por ejemplo, pues quizá tengamos que aguantar algunas cosas malas de que Madrid y España sean como son. Pero si una cosa tiene buenísima Madrid es inviernos suaves y una cantidad enorme de días soleados. Que el peque los disfrute.
- Que lo pongan fácil si Gafamami quiere dejar bibes de leche materna. Si nosotros pagamos, nosotros decidiremos hasta dónde llegamos con la lactancia. No la longitud de las bajas laborales.
- Que tuvieran cocina propia y no catering. Los purecitos, si no son los nuestros, al menos que sean recién hechos.
- Que abriese todo el año. Una de las pocas cosas buenas que tienen nuestros mutuos trabajos es que no estamos obligados a coger vacaciones en agosto. Ya que cuesta un riñón de todas formas, al menos que la guarde se adapte a nosotros y no nos genere un problema nuevo.
- Cómo introducían el inglés a los peques algo más mayores.
- Cuáles eran sus actividades extraescolares como música, etc.
- Cuáles fueran las cualificaciones del personal que atiende a los niños.
…Y sí, también algo tan subjetivo e indefinible como el feeling que te diera la persona que te hace la visita y la LUZ y la ALEGRÍA que desprendiera (o no) el lugar.
Las imágenes de arriba parecen de coña, pero no. Os juro que cuando vi el cuartucho donde duermen los bebés en la primera guarde que vimos, estuve a punto de echarme a llorar y sacar a mi mujer de allí sin más. La segunda… en fin, parecía otro planeta. Por más pena que me dé no poder estar más con el peque, dejarlo allí es dejarlo en un sitio donde me hubiera gustado estar a mí de pequeño. Y casi de mayor. Menos mal que la hemos encontrado.
Así que ya hemos firmado nuestro primer documento para Bollito con su nombre y todo. Raro, cuando ni siquiera le hemos visto aún la carita.
Sobre lo de pagarlo, bueno. Ya escribiremos sobre eso. 🙂